A casi dos años de tu partida, veo la tinta en mi piel, y ese conjunto de pigmentos que forman tu nombre me hicieron recordar, una vez más, tu paso tan breve por este ente. La diferencia de este recuerdo, al de los demás, es que me motivo a escribirte algo. A ti. Por ti.
A ti, que cuando todo el mundo, inluso yo, estaba pendiente de la imagen, me ensañaste que el pelo es sólo un sombrero de pequeñas tiras de colores que adornan una cabeza, cabeza llena de pensamientos, de ideas que para tus cortos años decian mucho más.
A ti, que cuando mi pensamiento era querer tener un carro porque mis amigos tenían uno y me daba pena tener que esperar a mi padre, me ensañaste que la vida se vive mejor a pie, disfrutando de todo momento pequeño que la velocidad de un carro te impide ver.
A ti, que cuando pensaba que los visitantes de mi azotea no me dejaban dormir, me ensañaste que una noche en vela puede tener muchas razones y provechos. Como ver las estrellas desde una ventana sin vidrios ni cortinas, acompañada con el dolor y la esperanza de que no volvería al día siguiente.
A ti, que cuando pensaba que mis problemas eran inmesos, me ensañaste que con una sonrisa y un libro de cuentos todos los huéspedes de tu sangre se volvían dibujos animados con los que podías jugar. Lástima que esta historia no fue un cuento de hadas. Pero aprendí que con la fantasía se puede vivir.
A ti, que cuando no podía salir a beber un fin de semana me molestaba, me enseñaste que en la mañana de un sábado, un paral de suero, una nariz y una canción eran mucho más divertido que el planeta giratorio en mi cabeza después de una madrugada de un fin de semana.
A ti, que cuando me molestaba si no habia nada de tomar en mi casa más que agua, me ensañaste que una dieta de agua de coco puede subir las plaquetas y alargar una semana.
A ti, que cuando no creía en nada, me ensañaste que todo tiene un porque y que hay algo más allá.
A ti, que te quedaste llorando pidiéndome que no fuera a caminar con mucha gente, un gas oficial me hizo llorar a mi y valoré tus lágrimas verdaderas más que las mias falsas.
A ti, que cuando puse por ensima mi flojera, me ensañaste que es necesario un último adiós. Pero por tí aprendí que más vale momentos vividos que ese último momento.
A ti que hoy te llevo conmigo, para toda la vida, en mi mente, en mi corazón, en mi piel. Por ti aprendi que la vida es demasiado corta y no todos tenemos el tiempo necesario de vivir como queremos. Por ti aprendí a levantarme todos los días con una sonrisa.
A ti, que cuando no sabía cuando todo iba a terminar, y que aún quería que siguieras luchando, me enseñaste que todo tiene su tiempo, y a veces es bueno descansar."Te suplico que me avises si me vienes a buscar, no es porque te tenga miedo, sólo me quiero arreglar"
A ti, que cuando no sabía que pensar de la muerte, y me aterraba pensar en ella. Me enseñaste que todos tenemos una misión, y la tuya fue enseñarme todo lo que dije antes y muchas cosas más que me faltaron escribir.
La primera letra del abecedario comienza tu nombre, la primeta letra de tu nombre comienza las vocales, la primera sonrisa que me diste comenzó un cambio en mí. Hoy vivo como vivo, pienso como pienso, en gran parte, gracias a ti.
Mi niña, mi bebe, mi Alondra. Siempre te llevo conmigo, y tengo la esperanza de que estes donde estes, me recordarás.
Te recuerdo. Te pienso. Te amo.
Gracias.
Papá Daniel.