Hay cosas que nunca se borran de nuestra memoria. Se nos
olvidan, las dejamos de recordar en nuestras rutinas. Pero no se eliminan,
quedan almacenadas en algún lugar. Quizás viajando entre las ideas. Buscando cualquier momento, un medio día
cualquiera, para que el olor de la brisa la traiga de nuevo a nuestra mente. Y
un sonido nos recuerda aquello que inexplicablemente creíamos haber olvidado y
¡paf! Aún sigue allí.
Magdalena esta tarde no quiere pensar. Quiere solo tirarse
en la arena y que el sol le enrojezca los pómulos. Él, prefiere la sombra, que no le dé el sol en
sus ojos chicos. Esperando esa imagen
que traiga a su memoria el recuerdo de ella.
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Hay cosas que nunca se borran, muchacho ojos de papel.
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